EL BANDOLERO QUE INQUIETÓ AL VIRREY. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

19.03.2025 11:14

              

               El bandolerismo azotó con dureza las tierras valencianas del siglo XVII, poniendo en jaque a la autoridad real. Uno de los bandoleros más destacados fue José Artús. Descrito en 1668, con unos cincuenta años de edad, como rubio y de buena estatura, se llegaron a ofrecer 1.200 libras por su captura vivo y 800 muerto.

               En contacto con la parcialidad o banda de Benet Vicente, abrió fuego en Aldaya contra los agentes reales el primero de agosto de 1663, en el verano en el que los labradores de la huerta valenciana se amotinaron. La Valencia de la época vivía una fuerte crisis a distintos niveles, de la que el bandolerismo era una cruel manifestación.

               El 22 de marzo de 1664 tomó las riendas del virreinato el marqués de San Román, que alcanzaría nombradía como perseguidor de bandidos, a los que desterraría a presidios como el de Orán, y azote de sus valedores. En la memoria de más de uno quedaría como un buen virrey, capaz de perseguir a caballo por la Albufera a los esquivos bandoleros.  

               José Artús pronto estuvo en su punto de mira. Tuvo noticias el 7 de septiembre de aquel mismo año que se encontraba al frente de una de las cuadrillas o séquitos más peligrosos del reino, compuesta por dieciocho bandoleros de origen valenciano, junto a otros de Aragón y Castilla.

               Las fronteras entre los reinos españoles impusieron limitaciones jurisdiccionales a los perseguidores de los bandoleros, que supieron muy bien aprovecharse de las mismas. Artús y los suyos se refugiaron en las entonces castellanas Utiel y Venta del Pajazo, alargando sus movimientos hasta las lindes de Sinarcas y Chelva. En tierras de Castilla no sólo tuvo valedores, sino que fue aplaudido por más de una autoridad local por acabar con los salteadores gitanos de los caminos.

               Visto el panorama, el virrey prestó oídos a Jaime Ruiz de Castilblanques, que a cambio del perdón de sus delitos y de la asistencia de diez a doce hombres se ofreció el 9 de septiembre a traerlo vivo o muerto. Como tal alternativa no llegó a buen puerto, el marqués de San Román se dirigió al rey a través del Consejo de Aragón, que debería de recabar del de Castilla la colaboración de agentes o ministros comisionados contra el temido Artús. No era la primera vez que se unían las fuerzas de ambos reinos contra los bandoleros, pues ya lo había hecho el batallón valenciano de Melchor Sisternes con los hombres del alcalde de Chinchilla Fernando Ribadeneyra.

               El 15 de octubre la lenta maquinaria de la Monarquía del declinante Felipe IV dio luz verde a la operación, pero Artús había partido hacia el reino de Granada. Las advertencias al corregidor de la capital granadina, al presidente del Consejo de Castilla y la promesa de doscientos ducados, a deducir de las costas de su juicio en Valencia, apenas sirvieron de nada.  

               Artús, sin embargo, no se resignó a la huida, e hizo una auténtica demostración de fuerza a 25 de enero de 1665. Aprovechándose de la ausencia del marqués de San Román, el bien informado bandolero se presentó en las inmediaciones del palacio del Real junto a seis de sus hombres. En el llano de La Zaidía, el paseo más frecuentado en las tardes de invierno para disfrutar del sol, detuvo a varios carruajes. A continuación, marchó a Borbotó, donde mató en sus casas a Pedro Ballester y Vicente Albiac a tiros de carabina. Tras haber ajustado cuentas y dejar bien clara su fuerza, escapó a tierras castellanas nuevamente. A finales de mayo se le buscaba junto a unos treinta seguidores por los términos de Requena, Utiel y Cuenca.

               Consciente que cada vez más le estaban estrechando el cerco, solicitó el perdón junto a cincuenta de sus hombres el 2 de junio de 1665. Era una añagaza que ya habían intentado antes, el 15 de abril de 1662, junto a los de la cuadrilla de Benet Vicente. Finalmente, las autoridades reales alcanzaron un compromiso con él. Al frente de su banda, atravesó en el otoño de 1668 las tierras de Aragón y del Principado, evitando la entrada en el reino de Valencia. Se embarcó en calidad de soldado de Cataluña el 16 de octubre por Tortosa hacia el reino de Nápoles, una tierra de oportunidades para un hombre como él. Las inquietas autoridades valencianas enviaron representantes desde Vinaroz para verificar el embarque. Respiraron aliviados cuando lo vieron partir, pero el problema del bandolerismo continuaría dándoles quebraderos de cabeza, con otros nombres y otras cuadrillas.

               Fuentes.

               ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN.

               Consejo de Aragón, Legajos, 0580, número 012; Legajos 0582, número 029 y 013 y 070; Legajos, 0585, número 007.