El servicio de las huestes municipales nutrió desde la Edad Media las tropas del rey. Tal servicio, cuidadosamente regulado, a veces fue redimido por dinero. Sin embargo, en muchas ocasiones resultaba más útil disponer de soldados que de dineros contantes y sonantes. La revuelta de los agermanados propició un momento así.
La villa de Castellón, durante aquellos azarosos años, mandó noventa y cuatro hombres a las fuerzas realistas (mandadas por el duque de Segorbe y el lugarteniente del gobernador general, Jaume Ferrer) contra las fuerzas agermanadas de Murviedro. Su servicio se circunscribió un mes, ascendiendo su cuantía a 313 libras y 2 sueldos. Asimismo, se alzó contra la Játiva agermanada otro contingente, también de servicio mensual, de cincuenta y siete hombres, con una suma esta vez de 227 libras y 3 sueldos.
De todos modos, Carlos V no pagó inmediatamente aquellas deudas, y los examinadores de agravios de las Cortes de 1533 presentaron su reclamación. En vista de ello, se acordó su pago, pero el maestre racional del reino de Valencia puso objeciones. Así pues, en las Cortes de 1542 se reiteró la petición. Servir al monarca no era ni sencillo ni barato.
Fuentes.
Furs de València. Extravagants, II. Volumen XI. Edición crítica de Germà Colón y Vicent Garcia Edo, Barcelona, 2007.
