EL MOTÍN DE SUBSISTENCIAS QUE ALTERÓ UNA PROCESIÓN. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Toda ciudad de la Europa del siglo XVII estaba regida por una serie de rutinas y de ceremonias que se iban reiterando un año detrás de otro, particularmente las de carácter religioso. Un martes 17 de mayo de 1605 correspondía oficiar en la ciudad de Valencia la procesión de las Letanías en honor a Santa María.
Era costumbre que los jurados aguardaran en la Lonja la llegada de los canónigos con la procesión. Así parecía que iba a cumplirse, pero un aviso de urgencia llegó cuando todavía se procesionaba por el monasterio de La Merced.
Entonces pidieron los jurados a los canónigos que abreviaran su recorrido, sin pasar por el monasterio de Las Magdalenas ni por San Juan del Mercado. Se temía el estallido de un serio altercado.
Se había congregado un grupo de chicos cerca de la Lonja, que amenazaban con apedrear a los jurados y lanzarles ropas sucias. El motín parecía inminente cuando la falta de pan resultaba preocupante.
Se pensó que los canónigos apaciguarían los ánimos de unas gentes que parecían movidas por algunas manos ocultas. La ganancia de pescadores del río revuelto era usual, por lo que los jurados lo denunciaron a la Real Audiencia.
La cosa no se tomó a la ligera, pues el temor a la subversión era muy fuerte, y el 27 de aquel mismo mes se procedió a ejecutar el castigo ejemplar de tres varones y una mujer, que fueron azotados. Al día siguiente le llegó el turno a Felipe Martí, alias Sancho Bonaventura, que fue encarcelado tres años y después desterrado del reino de Valencia. Turbar la paz de las procesiones, de las rutinas, resultaba caro, por mucha hambre que se tuviera.
Fuentes.
Pere Joan Porcar, Dietari, 1598-1628. Antología. Edición de Ferran Garcia, Valencia, 1983.