EL PAN DEL MAR DE LOS VALENCIANOS, EL BACALAO.

23.11.2015 17:02

                En 1640 la mayor parte de Portugal retiró su obediencia a Felipe IV, cuya Monarquía también se veía acosada en Cataluña. El reino de Valencia no emprendió el mismo camino, pero no dejó de pagar las consecuencias de la gran crisis política hispánica en varios niveles. En los puertos valencianos, como en el de Alicante, las naves portuguesas ya no aportaron las mismas cantidades de atunes y otras especias del pan del mar. La situación llegó a ser tan preocupante que en 1645 el síndico o representante de Alicante pidió licencias para desembarcar bacalao.

                De este deterioro de las relaciones y de esta necesidad se aprovecharon, paradójicamente, enemigos de la Monarquía hispana como los franceses. Las naves de sus puertos atlánticos supieron aprovechar las pesquerías de Terranova, también muy ambicionadas por vizcaínos y guipuzcoanos, que carecieron de su éxito en nuestros puertos mediterráneos.

                

                El estado de guerra entre España y Francia causó no escasos problemas. En 1655 las galeras de España apresaron en el puerto alicantino una nave francesa cargada de bacalao, que no disponía de los oportunos permisos. Sin embargo, el municipio de Alicante no dudó en pedir licencia para que entraran en su rada doce buques franceses con tal mercancía en 1657, cuando la guerra no había concluido.

                Los ingleses, ocasionalmente también en guerra con España, introducirían igualmente bacalao en Alicante con permisos falsos. El contrabando proliferó en una Alicante de gran importancia comercial para el reino de Valencia.

                De todos modos en 1667 los franceses habían tomado la delantera a los ingleses en la introducción de bacalao, no sin problemas dada la agresividad de la Monarquía de Luis XIV. Don Vicente Zaragoza, experimentado prohombre alicantino, ajustó en 1667 con los franceses la entrada de tal producto satisfaciendo el derecho del 10%, pero la ruptura de la paz desbarató sus planes y exigió del virrey de Valencia la compensación de gastos. A la altura de 1696 el contrabando era habitual, imponiéndose incluso derechos sobre el mismo.

                La situación de dependencia de los importadores extranjeros no se alteró tras la guerra de Sucesión. Simplemente los franceses fueron desplazados. Las pesquerías de Terranova en manos francesas, donde también se trinchaba y secaba, fueron cedidas a Gran Bretaña, que en 1715 no reconoció los derechos concedidos a los españoles en la zona (a los vizcaínos y los guipuzcoanos, que reclamaban su descubrimiento) por el tratado de Utrecht de 1713. Los valencianos tuvieron que conformarse con comprar una vez más el afamado pan del mar.

                Fuentes: Archivo de la Corona de Aragón, Consejo de Aragón, Legajos 0587 (nº. 004) y 0744 (nº. 025).