FRANCESC MARTORELL, EL HUMANISTA PRIMO DE JOANOT MARTORELL.

14.04.2017 20:13

                

                El primo del inquieto y creativo Joanot Martorell fue el secretario mayor del rey Alfonso V el Magnánimo. El también valenciano Francesc Martorell, miembro de un distinguido linaje del reino, llegó a tierras italianas como servidor de la cancillería alfonsina y en junio de 1444 alcanzó la secretaría notarial del rey, un honor que le dispensó una gran fortuna y no menor ascendiente, pues también llegó a ser magister portulanus de Sicilia y alguacil general y juez ordinario de los judíos del reino de Nápoles. Puso su galera al servicio del Magnánimo en 1448 y en 1456 quiso apadrinar al más popular partido de la Busca por el dominio de Barcelona, según Alan Ryder. A la muerte de Alfonso V en junio de 1458, se trasladó a Sicilia y se puso al servicio de Juan II de Aragón. Alcaide de Malta en 1463, fue nombrado virrey interino de Sicilia en 1465, pero no llegó a tomar posesión del cargo al fallecer en 1466. La Corona le debía entonces grandes cantidades de dinero a este exitoso representante de los Martorell.

                La obra d´En Francesc no es ni de lejos tan conocida como el celebérrimo Tirant, pero sus epístolas en latín con el erudito Panormitano, Antonio Beccadelli, bien merecen la consideración de los amantes de las letras, pues no se circunscribió a atender asuntos económicos o administrativos.

                En diciembre de 1442, según la crítica más fundada, el Panormitano hizo saber a Francesc que se encontraba elaborando la inscripción del arco del triunfo que se preparaba en Nápoles para la entrada del victorioso Alfonso V al modo de los Césares romanos. No dejó de plantearle al secretario la clásica oposición entre la espada y la pluma, así como la sibilina superioridad de la segunda al granjear el triunfo de la fama, tan del gusto del Renacimiento.

                La correspondencia latina entre ambos demuestra un apreciable gusto por la cultura clásica, acompañada de un tono desenfadado y ciertamente festivo, ya que Martorell le llegó preguntar sobre la existencia de dioses paganos de las cosas vergonzosas y sucias, como las cloacas, las inmundicias, etc.

                La jovialidad de la correspondencia ayudó a formular de manera elegante cuestiones ciertamente peliagudas como peticiones de dinero y de cargos por el Panormitano, como el de justicia de Sicilia. Le recomendó el avispado Francesc que hiciera un buen acopio de mil monedas de oro para el rey si pretendía lograr algo. En 1457, como magister portulanus de Sicilia,  se enfrentó a graves acusaciones de corrupción y malversación de fondos, de las que salió airoso con el apoyo del monarca y de sus juristas.

                Con confianza, le explicó a su amigo el Panormitano algunas anécdotas sobre las mujeres y las costumbres de los Abruzos y le informó sobre sus gestiones ante el Magnánimo para fundar una Academia, la famosa Pontaniana por la presidencia de Giovanni Pontano, una reunión de poetas y eruditos que trataban diversos temas según los gustos humanísticos del siglo XV. Esta clase de congregaciones de amantes de las letras, con sus variantes, también tuvieron un gran predicamento en la ciudad de Valencia.

                Y es que la suerte de la Academia interesó vivamente a Francesc Martorell, gran apasionado de la mitología, de la epopeya griega y de Terencio. Supo conservar el favor del vitalista y ambicioso Alfonso V, ese gran apátrida mediterráneo en palabras del maestro Vicens Vives, y promover desde su posición la emergente cultura del Renacimiento. A su modo, representó a todos aquellos valencianos que hicieron fortuna en la variopinta Italia del siglo XV, del Quattrocento, gracias a sus habilidades políticas, administrativas y culturales, más allá de los sobresalientes Borjas.