JÁTIVA, RÁICES HISTÓRICAS DE UNA PROVINCIA QUE NO CUAJÓ. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

09.05.2021 13:23

 

                La ciudad de Játiva tuvo un perfil destacado en la ordenación territorial del antiguo reino de Valencia. Aquí tuvo su sede la lugartenencia de portanveces del gobernador general, más tarde convertida en gobernación de más allá del Júcar, que llegó a alcanzar en tiempos de los Austrias unos 4.750 kilómetros cuadrados de extensión, desde Caudete a Villajoyosa.

                En las Cortes valencianas de 1645, las últimas celebradas en época foral, los representantes setabenses expusieron que su ciudad era la segunda del reino, y en su gobernación se emplazaban dos ciudades, trece villas con voto en Cortes, otras de grandes y títulos de España, y doscientos veinte pueblos de señores, por lo que reclamaron que el asesor del gobernador llevara como muestra de respeto la garnacha, el traje talar de los magistrados con mangas y amplio sobrecuello, al modo del de Valencia. Hoy en día nos puede parecer asunto baladí, pero los símbolos de autoridad no lo eran en absoluto en el Antiguo Régimen.

                 También reclamaron que se erigiera en sede episcopal, algo que se venía haciendo desde la Baja Edad Media. Se invocaron motivos históricos, de orgullo hacia su pasado, y se recordó que lo había sido en tiempos de los visigodos, antes de la pérdida de España, dando a la Cristiandad dos pontífices (Calixto III y Alejandro VI), nueve cardenales, veintiocho obispos, tres maestres de Montesa y uno de Rodas.

                  Játiva también gozó de unos notables términos municipales, que abarcaron el de municipios vecinos actuales. En tiempos forales, lograron segregarse de Játiva y convertirse en villas reales Ollería en 1583, Castellón de Játiva en 1587 y Benigànim en 1607.

                Con la ciudad de Valencia no tuvo unas relaciones fáciles por razones de prelación, autoridad, abastecimiento y recursos. Pretendieron los jurados valencianos poder nombrar al lugarteniente del gobernador, pero los setabenses consiguieron que tal potestad recayera en el rey mismo. En 1373-75, retuvieron mercancías de comerciantes castellanos hacia Valencia, en una coyuntura crítica.

                La guerra de Sucesión resultó nefasta para la ciudad, que fue asolada y rebautizada como San Felipe. En 1709, la gobernación setabense se dividió en los corregimientos, a la usanza castellana, de San Felipe, Cofrentes, Montesa, Alcoy, Denia y Jijona.

                Con tales mimbres históricos, los setabenses reclamaron durante la revolución liberal su protagonismo dentro de la nueva división provincial española. El 9 de abril de 1821, el ayuntamiento constitucional de Játiva pidió una provincia propia, borrando el nombre de San Felipe.

                El abogado Felipe Benicio Navarro (del ala liberal radical) lo justificó, ya que Játiva no tenía buena comunicación con Alicante. Además, Valencia podía llegar a tener un peso excesivo dentro de su territorio histórico. La petición prosperó, y el 27 de enero de 1822 fue establecida. Su territorio comprendía desde Denia hasta Cofrentes, de Este a Oeste, y desde Carcagente hasta Onteniente, de Norte a Sur. Su extensión de unos 4.000 kilómetros cuadrados era menor que la alcanzada por la gobernación foral, litigándose con la provincia de Valencia por Alcira, con la de Chinchilla (también de vida efímera) por Caudete, y con la de Alicante por Calpe. Muro solicitó su incorporación a la provincia setabense.

                El 6 de mayo de 1822 se eligió su primera diputación provincial. Su primer intendente fue nombrado poco después, el 13 de julio. El convertirse en la sede de una nueva provincia, con todo, no granjeó al liberalismo la simpatía de todo el vecindario, gritándose a favor del rey absoluto en sus calles y plaza de toros en agosto del 22. Se ha destacado el compromiso de las autoridades provinciales setabenses con la causa liberal, derrotada temporalmente en 1823 por la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis.

                Sin embargo, la división de Javier de Burgos de 1833 no la restableció, como ocurrió con otras (la del Vierzo o la de Calatayud). Se ha barajado que al ser tratadas las reclamaciones sobre asignación de riqueza de Cofrentes y Montesa por la diputación valenciana, se menoscabara la provincia setabense en beneficio de Valencia. A día de hoy, todavía pervive el deseo de una demarcación propia en la idea de las Comarcas Centrales valencianas, creándose su Consejo Económico y Social en el 2015.

                Bibliografía.

                Isaïes Blesa, Un nuevo municipio para una nueva monarquía. Oligarquías y poder local. Xàtiva, 1707-1808, Valencia, 2005.

                Lluís Guía, Cortes del reinado de Felipe IV. II. Cortes valencianas de 1645, Valencia, 1984.

                Federico Martínez Roda, La división provincial y el final del Reino de Valencia (1810-1833), Valencia, 2011.

                José Sarrión, “Crónica de una diputación efímera: Játiva (17-5-1822/ 2-10-1823)”, Anuario de historia del derecho español, nº 71, 2001, pp. 123-159.