LA DELICADA OBRA DE LAS MURALLAS DE GANDÍA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

25.02.2023 11:46

               

                La amenaza otomana sobre el reino de Valencia fue muy importante durante el reinado de Carlos V, y en localidades como la ducal Gandía pesó bastante. En 1532, el mismo duque insistió en que sus vecinos se aprestaran debidamente a su defensa. Se llevaría con rigor la nómina se escopeteros y ballesteros, organizados en escuadras a actuar por tandas. Aquéllos deberían mantener sus armas de fuego en condiciones. Si para animar su pericia se proseguiría disparando a la joya cada domingo, se amenazó con la retirada del privilegio del mercado del arrabal de no encontrarse bien custodiado.

                Sin embargo, la disposición vecinal  no era el único problema defensivo, pues las murallas de Gandía también requerían mucha atención, especialmente por su crecimiento urbano. En 1543 se inició la construcción de las nuevas murallas, y una vez más el duque tuvo que contar con la cooperación del vecindario. Se tuvo que convocar a toque de trompeta, por ende, a su consejo. El gobernador del duque asistió como representante de su autoridad.

                En el realizado en la víspera del Espíritu Santo o de Pentecostés, se abordó la necesaria obra de la muralla, en concreto la de dos baluartes caídos. Se decidió que el duque corriera con la tercera parte de los gastos, y la villa y su comunidad morisca con las sendas terceras partes restantes. Se tacharon o fijaron para asignar a la villa unas quinientas libras de contribución.

                La carga no fue bien aceptada, y en un consejo posterior se quiso invalidarla so capa de que no habían intervenido todos los vasallos, pues de cien solo lo habían hecho treinta. El gobernador los acusó de evadir responsabilidades y de no querer aventurar la redención de dos mil libras, muy oportunas para liberar fondos.

                La resistencia, al parecer, estaba encabezada por Pero Pérez Salelles y Jaime Arnaldo. El primero llegó a tener palabras posteriormente con el síndico de la villa y su justicia con motivo del arrendamiento de las carnes. Las facciones tensionaban la vida municipal, y el duque trató de aplacarlas por medio de un juicio de residencia, en el que los descontentos buscaron un abogado en Valencia.

                Se evitó lo peor con una mezcla de legalismo y diplomacia. Las instituciones municipales de Gandía se mantuvieron junto a la autoridad del duque, mientras las obras de las murallas seguían su camino.

                Fuentes.

                ARCHIVO HISTÓRICO DE LA NOBLEZA.

                Osuna, C. 544, D. 45.