LA SEQUÍA Y LA IRA DIVINA.

06.02.2017 16:53

                

                La sequía ha sido uno de los mayores males de los países de la cuenca mediterránea. En ocasiones, la carencia de agua se prolongó durante demasiados meses, lo que perjudicó a las vitales cosechas y a toda la vida económica a nivel general. Las sociedades anteriores a la industrialización recurrieron, en la medida de sus posibilidades, a distintos medios para paliar un balance hídrico desfavorable. Construyeron y ampliaron las redes de regadío, reguladas por normas minuciosas de aprovechamiento y conservación, y erigieron almacenes públicos de granos para los años de escasez.

                Tales medios, ya empleados por el Egipto faraónico, se aplicaron en otras regiones del Mediterráneo hasta muchos siglos después, como en el reino de Valencia, cuyos sistemas de regadío y potencialidades comerciales no le evitaron las desdichas de la sequía, especialmente en los episodios más duros.

                Entre 1455 y 1457 la carencia de agua fue muy dramática en tierras valencianas. El capellán de Alfonso el Magnánimo, Melchor Miralles, refiere algunos de sus extremos: ríos que se secaron, fuentes agotadas y una Albufera casi sin peces.

                Semejantes aseveraciones nos pueden resultar a primera vista exageradas, pero no cabe la menor duda que la situación era trágica, hasta tal punto que el 7 de junio de 1455 se asaltó la morería de la ciudad de Valencia en un clima social enturbiado.

                Las gentes de aquella época atribuyeron semejantes males a la ira de Dios, igual que sucedió con las epidemias de pestilencia y otras enfermedades. Supusieron que podrían aplacarla observando un comportamiento más religioso y atento al cumplimiento de las normas sociales. El 17 de enero de 1456 el municipio de Valencia decidió realizar una procesión extramuros para implorar la misericordia de los cielos.

                Los ruegos no dieron el resultado apetecido y para complacer al Altísimo se  extremaron los castigos contra proxenetas, prostitutas y jugadores fuera de la ley y de los pagos de impuestos. Los prohombres valencianos atribuyeron a semejantes acciones el final de la sequía a fines de febrero de 1457. Llegaron a recomendar a sus reyes una actitud más observante para evitar terremotos como el que había asolado Nápoles.

                Hoy en día sabemos que las sequías obedecen a los imperativos de las masas de aire de la atmósfera, pero rogativas y sanciones nos ayudan a establecer una cronología de los fenómenos climáticos en muchos países, lo que nos permite acercarnos al estudio del cambio climático por esta vía tan especial.