LOS JUDÍOS EN LA FRONTERA VALENCIANA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

07.09.2025 10:03

              

               La conquista de Al-Ándalus no sólo dispenso botines y oportunidades a los cristianos, sino también a los judíos que se aventuraban por las tierras de frontera, procedentes de otros puntos. En el siglo XIII, a despecho de la hostilidad de los almohades, los judíos atesoraban una amplia experiencia en los tratos entre la Cristiandad y el Islam.

               Los combates redujeron a muchas personas a la condición esclava, la del llamado moro de buena guerra, y tan pronto cuando Jaime I dominó la ciudad de Valencia, su puerto se convirtió en un activo mercado de esclavos, en el que negociaron mercaderes cristianos y judíos. La conquista también indujo dolorosos movimientos de población, los de aquellos que se negaban a permanecer bajo dominio cristiano, y en 1258 el judío Abraham Albanna de Tortosa recibió la licencia de transportar a través del puerto de Denia a musulmanes desde Castilla al Norte de África.

               El comercio a larga distancia en el Mediterráneo Occidental atrajo a más de uno, en consecuencia, aunque los peligros acecharan. Los comerciantes judíos procedentes de Alicante y Murcia, entonces en manos castellanas, que viajaban en un mercante catalán fueron apresados en el puerto de Cartago en 1274, junto al resto de viajeros. No emprender el viaje en persona no prevenía otros riesgos, como amargamente comprobó el comerciante valenciano Abraham Abingalel en 1280. Unos piratas castellanos le tomaron sus mercancías en las proximidades de la costa del emirato de Granada.

               En aquel momento contar con la protección del rey, como su teórico gran señor, era vital. Abraham Abingalel recurrió a Pedro III, que entabló conversaciones con las autoridades castellanas para que le retornaran lo suyo. El monarca no se mostraba clemente, sino celoso de sus derechos y riquezas. Los judíos de Játiva Avingayet y Alaçram lo comprobaron amargamente en 1285 cuando se quedaron con la recaudación real de la aljama local.

               Los inconvenientes no arredraron a los hombres de negocios judíos, pues las fronteras se convirtieron en verdaderas tierras de promisión. En 1276 Moisés Maymó y otros mercaderes judíos de la ciudad de Valencia recibieron el permiso para comerciar con Montesa y otros núcleos musulmanes recién sometidos, exceptuándose productos de singular valor o de interés militar.

               Estos movimientos económicos ayudaron a forjar una verdadera elite judía, caracterizada por el saber y la riqueza, que cada vez se mostró más excluyente. En 1297 los rectores de la judería de Valencia pidieron a Jaime II que no permitiera que quien no pagara al menos treinta libras de impuestos pudiera ser adelantado.

               Un adelantado polémico fue el prohombre Jacob Abnuba o Abnayub, acusado en 1292 de vulnerar las normas de su comunidad. Nuevamente en 1304 se le volvió incriminar de lo mismo, además de extorsión, destrucción de un banco de la sinagoga y mala gestión como adelantado. Se le privó de tal oficio y se le impuso una multa de dos mil sueldos. Las peripecias individuales de muchos judíos dieron también color a la frontera del naciente reino de Valencia.

               Fuente bibliográfica.

               Jonathan Ray, La frontera sefardí. La Reconquista y la comunidad judía en la España medieval, Madrid, 2006.