LOS MOTIVOS DE JUSTICIA DE JAIME I.
En 1261 Jaime I extendió en Cortes la Costumbre de la ciudad de Valencia al resto del reino o a una buena parte del mismo en forma de Fueros. Le animaron motivos muy variados, pero en su encabezamiento expresó unos de orden moral que son de suma importancia para acercarnos al pensamiento político del Conquistador, muy propio de un siglo en el que los poderes de raigambre feudal prestaron atención al pensamiento teológico.
Don Jaime se presentó como un vasallo de Dios con vasallos a su cargo, pero más allá de los usos señoriales defendió la justicia como elemento consustancial a toda sociedad y a toda persona digna de tal nombre. En los Fueros de Valencia, pues, aparece un claro espíritu ético dentro de las formas de organización social del siglo XIII, muy distintas a las de comienzos del siglo XXI.
A continuación, ofrecemos una versión castellana de la exposición de motivos, del encabezamiento, de los Fueros para que puedan disfrutarla un mayor número de lectores:
Comienzo de sabiduría es el temor a Dios, y naturalmente lo debemos temer y amar. Lo tememos porque Él es poderoso como aquel que hace y deshace a su placer, pues nada podemos hacer sin Él según nos recuerda San Juan en el Evangelio. Lo debemos amar de todo corazón y pensamiento, porque Él es otorgador de gracias y de bienes espirituales y temporales.
Mayormente lo debemos temer y amar los reyes. El temerlo por ser todopoderoso y el amarlo por los bienes que nos da, pues por Él reinan y tienen buenas costumbres, mayor poder y mayor riqueza.
La razón por la que el rey debe reinar principalmente es por la justicia, pues le ha sido encomendada, ya que sin justicia las gentes no tendrían necesidad de rey.
Primero es necesaria porque sin justicia no pueden vivir los hombres en este mundo, ya que no solo se deben juzgar los hombres por los reyes o por aquellos que estuvieran en su lugar. A todos les es dado poder del Señor de las criaturas y nadie puede vivir en verdad y en rectitud si carece él mismo de justicia, pues si no se juzga a sí mismo como a otro carecería de vida de hombre, según la nobleza y dignidad que Dios quiso al hacerlo a su imagen y semejanza.
La justicia es iluminación de las cosas espirituales y temporales. Ningún hombre puede venir a la salvación si primero no corrige sus errores ni puede gobernar bien lo que Dios le ha dado sin fe y sin justicia, y con gran amor debe guardar la gente que se le ha confiado. Aquellos que hagan el bien recibirán el bien y aquellos que hagan el mal recibirán el mal, con la debida misericordia.
Por la luz terrenal los hombres pueden ver y procurarse a sí mismos y a otros el errar por justicia, que no puede establecerse bien sin los mayores, ya que si cada uno pudiera hacer su voluntad en los demás, este siglo no sería más que tinieblas y dolor. Ello es honestidad de corazón y pensamiento del hombre, pues dudamos que alguien haga mal sin motivo.
Y si los reyes son de buenas costumbres en todas las cosas o en parte, prescindirían de toda la gracia de Dios si no usaran de la justicia y del derecho, pues tal es su oficio de verdad. Y hacen bien esta gracia de justicia, porque nuestro Señor les ha dispuesto muchas otras buenas costumbres que pueden pasar y encubrir, que tal es gracia encubierta de reyes.
Y así como Nos don Jaime, por la gracia de Dios rey de Aragón, de Mallorca, de Valencia, conde de Barcelona y de Urgel y señor de Montpellier, deseando que nuestro Señor nos juzgue con misericordia, de tal manera debemos nosotros juzgar a nuestros súbditos…
Y por esta razón hemos hecho este libro de derecho, en el que hemos puesto nuestro pensamiento y de nuestros sabios aquellos que nos pudieron poner obispos, ricos hombres, caballeros y hombres de ciudad…