MUDÉJARES, MORISCOS Y REPOBLADORES.

05.03.2016 18:15

                

                La colonización de un territorio es algo más complejo que ocuparlo tras desplazar o marginar a la población precedente, aunque en esencia sea así. Entre los siglos XIII y XVII tuvo lugar un proceso de repoblación en el reino de Valencia, que cada vez conocemos mejor. La localidad de Buñol ejemplifica muy bien el curso de aquella colonización.

                Antes de 1254, ya ocupada desde hace años la ciudad de Valencia, los musulmanes de Buñol se opusieron a las nuevas autoridades cristianas. No obstante, un Jaime I empeñado en consolidar su nuevo reino tras no pocas incidencias se mostró clemente con aquéllos. Mantuvo la columna vertebral de la comunidad islámica, cuyo corazón eran las mezquitas y sus bienes asociados, y toleró que Buñol se convirtiera en área de acogida de cautivos musulmanes que huían de sus captores. El pago de la décima parte de sus cosechas, excepto las de las oliveras y las hortalizas, compensaría tal benevolencia.

                Tal actitud no traslucía ningún intento de consolidar una sociedad multicultural, como hoy en día decimos, sino de asegurarse el dominio y las rentas de un punto de interés geográfico, en la ruta de Valencia hacia la expansiva Castilla. En 1260 se estableció en la cercana Siete Aguas, que formaría parte de los mismos dominios señoriales, un asentamiento cristiano.

                Mientras tanto los musulmanes de Buñol se organizaron en una aljama, como otros muchos del reino de Valencia, que de manera multitudinaria podía congregarse en la plaza de la alhóndiga en casos excepcionales. A fines del siglo XIII sus principales oponentes no eran las nacientes localidades cristianas de las cercanías, sino los ocupantes de su castillo.

                Bajo el señorío de Pedro Fernández de Híjar, hijo ilegítimo de Jaime I, los alcaides del castillo de Buñol y su guarnición se tomaron importantes licencias con la población mudéjar. Les tomaban víveres, les interrumpían el agua de riego y se entrometían en sus casas. En 1300 el señor prometió poner freno a los excesos, pero en 1313 el establecimiento de una taberna desde la alcaidía causó una seria inquietud.

                Además de dedicarse a las tareas agrarias, los mudéjares de aquí también transportaron géneros de todo tipo alrededor de la expansiva capital del reino para complementar sus ingresos, lo que no evitó que a veces se endeudaran con prestamistas cristianos y judíos. Bajo la coordinación de las autoridades de la aljama, ofrecieron su servicio como equipos de trabajadores para las obras del Camino Real. Su alfaquí alcanzó una cierta relevancia en la Valencia mudéjar a fines del siglo XV.

                La guerra de Granada tensó las relaciones entre cristianos y musulmanes en los caminos de Buñol, al igual que el gran estallido de las Germanías, punto final de la Valencia mudéjar y de arranque de la morisca. Hacia 1602 el número de familias moriscas de la localidad era de unas 214. Tras la expulsión de los moriscos del reino en 1609, quedaría casi deshabitada.

                El 30 de julio de 1611 don Gaspar Mercader, conde de Buñol, otorgó carta puebla para subsanarlo. Los nuevos vecinos se comprometieron a someterse al señor y a las contribuciones, además de obligarse a conducirse como buenos labradores. Entre estos vasallos ideales el conde escogería a los miembros del gobierno municipal, proponiéndole los vecinos dos candidatos para cada oficio. Aquí también se impuso la partición de frutos tras un tiempo de desvalorización de las viejas rentas por culpa de la inflación. Las cosechas de la huerta (como los granos), el aceite y las algarrobas pagarían el quinto; los productos de las viñas, las nueces y los higos, el sexto; y los productos de los montes, la séptima. Unas condiciones más estrictas que las prometidas a los musulmanes en 1254.

                A la llamada del conde, pese a todo, acudieron 16 cabezas de familia del reino de Valencia (2 de Siete Aguas), 7 del de Aragón, 6 de la Corona de Castilla (3 de Requena), 2 de Cataluña y 2 del reino de Mallorca. Es cierto que las condiciones de vida también eran duras en otros lugares. Al fin y al cabo don Gaspar se había reservado las mismas regalías que muchos municipios del realengo y se había responsabilizado de las deudas precedentes, pero las condiciones tributarias resultaron duras para los nuevos repobladores y se tuvieron que modificar, al igual que en otros puntos de la geografía valenciana.

                Ya en 1646 encontramos 47 vecinos de procedencia valenciana (6 de Siete Aguas), 19 castellana (9 de Requena y 2 de Utiel), 17 mallorquina, 5 catalana y una desconocida, variedad que acredita los azares del siglo XVII, cargado de malas noticias. El año anterior las tropas procedentes de Castilla habían transitado por el condado, ocasionando no pocos dispendios.

                En una época así los vecinos de Buñol buscaron otros horizontes, haciendo honor a su condición andariega. En 1695 el labrador Andrés de Lisarte, originario de la localidad, terminó ante el Tribunal del Santo Oficio por bigamia, pues en la Colegial de Gandía se había casado indebidamente con Raimunda Oltrà, de Pego, en 1680, entonces una moza de veintiún años. Cosas de una larga era de repobladores y supervivientes.