PACTO ENTRE CABALLEROS Y CIUDADANOS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
En la Edad Media, cada grupo social podía tener su propia ley, susceptible de chocar con la de otros. Los caballeros, con sus ínfulas de superioridad, cuestionaron la capacidad jurisdiccional de las autoridades municipales, que en el reino de Valencia no les dieron inicialmente entrada a sus dignidades y oficios.
Se trató de poner fin a tales disputas en las cortes valencianas de 1329, en las que se estableció un nuevo fuero.
Cada año se elegiría en la ciudad de Valencia dos justicias (en lo criminal y en lo civil), un almotacén y seis jurados. Los caballeros y los ciudadanos se alternarían en la justicia criminal y en la civil, además de en la almotazanía. De los seis jurados, dos serían caballeros o generosos y cuatro ciudadanos. También seis caballeros o generosos actuarían como consejeros.
En las consideradas entonces como villas mayores del reino de Valencia (Játiva, Morella, Murviedro, Alcira, Castellón y Burriana), se alternarían anualmente caballeros y ciudadanos en el ejercicio de la justicia, de encontrarse al menos seis caballeros aptos. Cuando fuera un ciudadano, un jurado sería caballero. También se reservaría a los caballeros dos consejerías. De encontrarse de cinco a tres caballeros aptos, se ejercería la justica cada cuatro años, y cada seis de encontrarse dos. Siempre, en todo caso, con la reserva de las dos consejerías. Con el almotacén se observaría el mismo proceder.
Con todo, ningún caballero podía ser forzado a ser almotacén, oficio que tenía que servir personalmente, sin ningún lugarteniente. Los caballeros, en consonancia, debían seguir el estandarte de la localidad dentro de sus términos, además de someterse a su jurisdicción, con las excepciones debidas a la autoridad judicial del rey. Conciliar criterios e intereses no fue nada fácil.
Para saber más.
Llibre dels Furs. Facsímil, 2 vols. Edición de Arcadi García i Sanz, Valencia, 1976.