RELACIONES NADA ROMÁNTICAS.
El romanticismo del siglo XIX se complació en presentar una Edad Media marcada por la caballerosidad, en la que los paladines se desvivían por complacer a sus damas. Los sentimientos amatorios más elevados parecían tener cabida en aquel idílico tiempo de caballeros y princesas.
Lo cierto es que los documentos nos descubren una realidad muy distinta. Los Fueros de Valencia se ocuparon de las relaciones sexuales entre los señores cristianos y sus esclavas musulmanas, marcadas por el abuso y la discriminación más evidente. La permanencia de población islámica bajo dominio cristiano no dio carta de naturaleza a ninguna tolerancia al estilo contemporáneo, y siempre se trató de resaltar la superioridad de unos sobre los otros, incluso en la intimidad.
La conquista de las tierras valencianas obligó a muchos musulmanes a marchar. Otros se quedaron con condiciones en calidad de mudéjares. Sin embargo, un número no menor quedó sometido al cautiverio. Un mudéjar no reconocido en otra localidad podía ser considerado hostil y apresado, en contra de toda disposición. La Europa mediterránea, en contacto con el activo Norte de África, se convirtió en la Baja Edad Media en un área con muchos esclavos, algunos de carácter doméstico.
Precisamente, las mujeres pudieron entrar en estos ambientes particulares, y algunas llegar a tener trato carnal con sus señores, de manera forzada o no. Según fuero dado por Jaime I, toda sierva o esclava musulmana que quedara embarazada de su señor quedaba libre al igual que su criatura. De no ser de su señor, el beneficio solo alcanzaría al recién venido al mundo. En la mentalidad de la época, era la manera de redimir el pecado del fornicador.
La sociedad valenciana de los siglos XIV y XV no renunció de ninguna forma al esclavismo, que fue alimentado por los lujos de su aristocracia, tan atenta al comercio, el corso y la suntuosidad. La gran novela Tirant lo Blanc nos presenta no pocos enredos amatorios, sin ocultar en lo más mínimo su gusto por el sexo. Es probable que muchos valencianos coetáneos de Joanot Martorell compartieran su forma de pensar y actuar, mezcla de exclusivismo social y de pulsiones pasionales.
En las Cortes de 1488 (celebradas en Orihuela) se presentó una curiosa situación, que a su modo ponía en riesgo la jerarquización social. Escuderos y servidores de señores yacían con las cautivas, que sostenían haber mantenido relaciones sexuales con sus dueños para lograr la libertad. Los señores pudieron escapar de tal posibilidad jurando que no había sido así.
La población flotante de la época, tan presente en el andariego reino de Valencia, también suscitaba similares temores por aquel tiempo, cuando las campañas de conquista de Granada conducían a muchas personas al cautiverio. Todo transeúnte que embarazara a la esclava de otro debía de pagar veinticinco libras por la criatura que iba a nacer libre, y de no poder satisfacerlas sería condenado a correr desnudo por la localidad dándole azotes, al modo del cristiano que yacía con una musulmana libre. De morir en el parto la esclava, debía de resarcir económicamente al dueño de su pérdida. Todo al parecer se reducía a una cuestión de números fríos, olvidando el verdadero valor de los seres humanos.