RIVALIDADES Y GOBIERNO DE UNA COMUNIDAD MUDÉJAR. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

24.01.2025 11:40

               

                La crisis del imperio almohade puso en riesgo a las oligarquías locales andalusíes, amenazadas por las luchas entre musulmanes y por la conquista cristiana. Los de Eslida tomaron partido contra Zayyán ibn Mardanish, que desplazó a Zayd Abu Zayd del gobierno de Valencia en 1229, y aquél los castigó tomándoles sus derechos de riego para entregárselos a los de la Vall de Uxó, vendiéndoselos uno de sus mandatarios. Los pleitos locales alimentaron las discordias políticas, mientras las fuerzas de Jaime I se adentraban en Sharq Al-Ándalus. Las gentes de la Vall de Uxó tuvieron que encararse a aquellas tropas, pues desde Burriana se destacaron a los cien caballeros de Pero Cornell para atacar el valle, además de Onda, Nules y Almenara. La rendición del castillo de Almenara determinó a los musulmanes del valle, Nules y Castro a negociar su entrega en las mejores condiciones. El propio Jaime I trató en la primera quincena de mayo de 1238 con sus representantes en la torre fuerte de Moncófar, que partía los términos de Uxó y Almenara.

                Los del valle no se mostraron dispuestos a rendir con facilidad su castillo (reforzado en el siglo XII), ni tampoco a negociar por separado con el monarca aragonés. Con astucia, Jaime I exigió que sólo negociaran con él diez viejos de los más poderosos de cada aljama. No quiso tratar con un bloque de comunidades, sino con cada una de sus minorías rectoras. En Moncófar supo cómo ganar su voluntad, ofreciendo a los negociadores una buena comida, en la que no faltó el vino. Además, les entregó 1.500 cabezas de ovejas y cabras, sesenta vacas, tres rocines, y vestidos para treinta. Si las prendas de ropa pretendían ganar la aquiescencia de la minoría rectora, el ganado serviría para alimentar a una población hambrienta, castigada por la devastación de cultivos y la perturbación de las comunicaciones, ocasionadas por las incursiones cristianas. Con pragmatismo, el rey les concedió todas sus costumbres musulmanas, a cambio de la rendición del castillo en tres días. Al pie de su montículo lo aguardaron doscientos hombres y mujeres, dejando las lanzas a un lado. El pendón de Jaime I ondeó sobre su alcázar, en el que dejó una pequeña guarnición.

                El monarca se convirtió en el nuevo sultán de los musulmanes del valle, desde un punto de vista práctico. Sin embargo, los puntos y el espíritu del pacto primigenio padecieron un deterioro importante en los años sucesivos. Mientras más de un particular se endeudaba con financieros judíos, afluyeron al valle pobladores cristianos, como en otros puntos del conquistado Al-Ándalus. Las rentas destinadas a las mezquitas no se respetaron, como tampoco los bienes y los ganados que los musulmanes de Uxó poseían en la Plana, como las viñas de la alquería de Care y Alfándec (Alfondeguilla). No se les permitió pasturar en el término de Chóvar, con gran quebranto de su economía, cuando se exigieron nuevas cargas: los derechos por los huevos, la sofra u obligación laboral por sus personas y animales, y el deber de acudir a las campañas del rey.

                La resistencia de Al-Azraq en el Sur a conquistar hizo aflorar el descontento de manera ostensible. El 6 de enero de 1248 Jaime I ordenó la expulsión de los musulmanes de sus dominios valencianos, sin aceptar la oferta de 100.000 besantes anuales de los de Játiva. En vista de ello, unos 60.000 islamitas se hicieron fuertes en Montesa, según el Llibre dels feits. Jaime I tuvo que volver a tratar con las comunidades musulmanas, y en agosto de 1250 logró negociar con éxito un nuevo pacto con la de Uxó, que no se vería con fuerzas para resistir indefinidamente.

                Su castillo volvió a ser clave en los acuerdos, al ser fundamental no sólo para el dominio de las alquerías y términos del valle, sino también para la estabilidad del Norte del reino valenciano. En pago de buena voluntad, se concedió a los musulmanes de Uxó un año de franquicia tributaria, a contar desde el día de su entrega. Jaime I se quitó de encima a los musulmanes más combativos permitiendo su marcha a tierras islámicas, vendiendo sus bienes sólo a otros musulmanes. En 1260 el monarca otorgó a Talha Abenuser y a sus herederos diez tahúllas de regadío, un poco de más de una hectárea, con la condición de no venderlas a nadie, excepto a otros musulmanes del valle. La colonización cristiana se detuvo, en consecuencia. Nadie podría bautizar a un islamita sin su expreso consentimiento.

                A los que decidieron permanecer también les prometió la remisión de deudas y crímenes anteriores, la preservación de su derecho matrimonial y privado (la sunna), la libre enseñanza coránica, la libertad de movimientos por los dominios reales, y la posibilidad de comprar cereales en sus terrazgos de Burriana y en otros puntos del realengo. Los mudéjares de la Vall de Uxó serían más súbditos que siervos del rey, ajustándose los impuestos a los cánones de la época almohade, pagando la octava parte de los frutos (excepto los de los árboles y las hortalizas que no se vendieran), los derechos de las colmenas y el diezmo de los higos, algarrobas y gallinas. De esta manera se pretendió animar el movimiento comercial de la comunidad, pudiendo beneficiarse el rey más si cabe exigiendo la pecha al estar en la tenencia de Valencia. En 1257 se le exigió una de 600 besantes o unos 2.100 sueldos, una de las más relevantes de las treinta comunidades mudéjares reconocidas del reino de Valencia, sólo sobrepasada por los 800 besantes de Alfándec de Marinyén. De las rentas reales en el valle salieron en 1263 unos 3.700 sueldos para satisfacer deudas con Bernat Escrivá de Burriana, que también consiguió de Jaime I que los musulmanes de allí terminaran pagándole los restantes 12.726 sueldos adeudados. Las comunidades mudéjares le permitieron conseguir servicios por anticipado y préstamos.  

                En consonancia, se buscó también conseguir una minoría rectora, aceptable para el poder real, capaz de controlar al resto de la población, de supervisar la recaudación y de favorecer la producción. Por ello se le concedieron a Talha Abenuser las diez tahúllas de regadío con las estipulaciones enunciadas. A la aljama se le otorgó la elección del cadí y del alamín, además de la administración de las aguas. En 1260 pleitearon con los mudéjares de Eslida por el agua de riego de la acequia del valle. Aquéllos sostuvieron que no podían utilizarla sin su permiso, ya que Zayyán se había reconciliado finalmente con ellos, devolviéndoles la posesión del agua. De poco sirvieron los derechos de posesión por compra de los de Uxó, pues Jaime I se inclinó finalmente por los de Eslida, que esgrimieron un documento del mismo Zayyán.

                Con independencia de ello, el monarca les había donado los cuatro molinos del término, a cambio de la mitad de los beneficios anuales en concepto de censo o renta perpetua. La redujo a la tercera parte en 1260, desprendiéndose aquél de todo gasto.

                En líneas generales, se intentó preservar el espíritu de lo acordado en 1250. En 1325 el infante don Pedro obtuvo de su padre el rey Jaime II la potestad de vender algunos lugares y alquerías del reino de Valencia, exceptuando expresamente el castillo y valle, además de Gandía y Denia. Durante la guerra con Pedro I de Castilla, algunas comunidades mudéjares se alzaron contra Pedro IV de Aragón, como los de la sierra de Espadán. Sin embargo, los de Uxó se mantuvieron al margen de la insurrección, y algunos de sus usos fueron ofrecidos por el aragonés en las negociaciones de rendición de marzo de 1365, como el de ser sucedidos por los parientes del realengo a falta de herederos en las alquerías de la sierra. La conducta de los del valle quizá les mereciera una contribución militar más benévola que la de los rebeldes de la víspera, cuando en mayo de aquel año quiso Pedro IV dar batalla en los campos de Murviedro al de Castilla. Para fortalecer sus unidades de lanceros y ballesteros exigió diez hombres a los de Uxó, frente a los cien de Espadán. Los del valle también terminaron pagando 900 sueldos de primicia al obispo de Tortosa, que les fueron sufragados por los de la sierra de Eslida. Al alcaide se le recordó en 1378 que no podía exigirles derechos de paja.

                Bajo el señorío del infante don Martín parecía que los musulmanes de Uxó habían alcanzado un modus vivendi con los cristianos del reino de Valencia. En enero de 1374, Mahoma de Chivert compró al comerciante de Morella Guillem Giner un mulo de pelo rojizo por catorce libras, a pagarlas antes de la Pascua de Resurrección. Paralelamente, el fiel Jucef Ali fue nombrado alamín en 1377, y cadí el menescal del infante Faraig de Bellvís. En 1379 el infante se mostró comprensivo con la petición de los síndicos de la aljama Mahoma Abulpanig y Abdulaziz Muza de suspensión del pago de la deuda de mil florines contraída con el escudero Martín Llop de Esparza.

                Sin embargo, en el seno de la aljama del valle y Alfondeguilla se desataron las desavenencias en más de una ocasión. En 1380 la comunidad de la alquería de Alfondeguilla y la del castillo de Castro litigaron por la tala de carrascas y el aprovisionamiento de agua. Es más, la de Castro acusó en 1387 a las del resto del valle de tomarles sesenta y seis reses por las armas, manifestando su derecho a hacer corrales. La restricción de la libertad de pastar en el reino que comportaba tal decisión y el riesgo de despoblación de Castro inquietaron a don Martín. También alzó su voz la alquería de Benigafull, que corría con la quinta parte de los gastos de la aljama. En 1388 se negó a correr con más dispendios. Señorío de Jaume Pertusa en 1390, sus habitantes fueron sancionados por la aljama con el pago de derechos de molienda en el valle, algo que se estimó improcedente en lo legal.

                Las diferencias entre mudéjares también fueron de cariz social. En 1390 un número importante se agrupó para no pagar una talla considerada ilegal. Contra los disidentes se aplicaron el cadí y los capitostes locales, imponiendo diversas sanciones. La autoridad de la aljama fue empleada eficazmente por el señorío cristiano, pero su éxito fue finalmente deplorado, cuando muchos terminaron marchando del valle y mermando las rentas a cobrar.

                Las pretensiones de forjar una elite local tuvieron éxito. A comienzos del siglo XV se reforzó adrede la autoridad del baile general del reino de Valencia, por encima de la del alcaide del castillo. En 1417 la aljama pudo nombrar, por voluntad real, su alamín anualmente, proponiendo una terna al monarca. Los candidatos serían designados por todos los que hubieran ejercido como alamines, jurados o viejos del valle. El alamín sería retribuido con un salario, nada menospreciable, de diez libras.

                Dentro de la minoría dirigente del valle descolló la familia Doyaydar/Doraydach. Asociado a la alquería de Benicayló, Muhammad Doyaydar fue en 1392 receptor de rentas, disputando con el alcaide de Castro. Los hermanos Doyaydar, necesitados de fondos para panificar las tierras del rahal de Menixen (dañado por las tempestades de aguas), lograron en 1430 una franquicia tributaria, que se extendería hasta 1442. Por entonces, Azmet Doyaydar era el cadí, presionando al consejo de la aljama junto al alamín Ali Fucey. Sus ventajas podían volverse un problema para la misma autoridad real, provocando problemas e incidentes. En consecuencia, el baile general los apartó en 1436 de las deliberaciones del consejo. Al fin y al cabo, se habían forjado aquellos capitostes para servir mejor al poder cristiano, lo que no evitó que las rivalidades se arrastraran por más años.

                En la Baja Edad Media, tiempo de importantes tribulaciones, la comunidad mudéjar del valle acreditó una importante estabilidad. Los 400 fuegos consignados en 1384 no se apartaron mucho de las 460 casas de 1609, con motivo de la expulsión morisca. De los 1.600 habitantes que podrían poblar el valle en 1384, unos 84 tuvieron capacidad jurídica de firma. Sin embargo, contra Castro se movilizaron hasta 200 hombres en 1387. De las doce alquerías de tiempos de la conquista cristina, descollaron posteriormente Alfondeguilla, Benigafull, Atzaneta, Benicat, Benicayló, Ceneta y Alcudia, agitadas incluso a veces por discrepancias internas. La sociedad de los mudéjares fue más competitiva de lo que habitualmente se reconoce, buscando más de uno el sol que más calentaba, invocando oportunamente usos y tradiciones.

                Fuentes y bibliografía.

                Burns, Robert I, els fonaments del regne croat del regne de València. Rebel.lió i recuperació, 1257-1263. Diplomatarium II, Valencia, 1995.

                Crònica o llibre dels feits de Jaume I, Barcelona, 1994.

                Febrer Romaguera, Manuel V., Les aljames mudèjars valencianes en el segle XV, Valencia, 2006.

                Grau Monserrat, Manuel, “Mudéjares castellonenses”, Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 29, 1962, pp. 251-273.

                Gregori Roig, Rosa M., La Vall d´Uixó en el temps de la lloctinència de l´infant Martí (1372-1396), Valencia, 2019.

                 Huici Miranda, Ambrosio y Cabanes Pecourt, María de los Desemparados, Documentos de Jaime I de Aragón. I, 1216-1236, Valencia, 1976.