UN ESPACIO URBANO EN CIERNES. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

06.07.2025 12:01

              

               La expansión hispano-cristiana en el territorio de Al-Ándalus favoreció la aparición de nuevos espacios urbanos, como las villas de trazados más regulares que los islámicos. En puntos como Alicante, creció entre finales del siglo XIII y comienzos del XIV el arrabal junto a la villa vieja de tiempos musulmanes.

               El templo de San Nicolás resultó de gran importancia para su consolidación. Para su construcción, Jaume Bernat concedió en su testamento del 9 de enero de 1307 unos cien sueldos, que también deberían emplearse en la obra del aledaño hospital de pobres. No se trataba sólo de un espacio de piedad y de caridad, sino también de negocio. Junto al mismo templo, disponía su racionero Ferrán Pérez de dos obradores con sus casas, unos valiosos espacios urbanos que acensaba convenientemente. Tales inmuebles serían de carácter familiar, pues a los clérigos se les prohibía adquirir o tomar a censo bienes en el realengo.

               Disponer de una casa propia en el arrabal no estuvo al alcance de todas las personas, pues los gastos de construcción no resultarían baladíes para muchos bolsillos. Este primigenio problema de la vivienda se solucionaría por la vía del alquiler, de pagar un censo por habitar en una casa, como si se tratara de una explotación agrícola. Un hombre como Pere Canet supo obtener provecho de la situación, y en su testamento del 19 de febrero de 1315 destinó las rentas de sus casas allí para la celebración de sus aniversarios en el templo de Santa María, en la villa vieja. No obstante, la mercantil alhóndiga, donde también se subastaba la concesión del cobro de los impuestos locales, se emplazaba en la villa vieja, al lado del callejón de la casa de Berenguer Armengol.

               El arrabal en expansión ya disponía de la protección de un muro, convirtiéndose en una auténtica villa nueva. El 18 de enero de 1308 Jaime II había ordenado a su baile Ferrer Descortell a que obligara a los musulmanes alicantinos a que ayudaran en la construcción de la muralla y el foso de toda la villa. Junto al mismo muro, dispuso de un obrador con su casa el citado Ferrán Pérez. El arrabal era cada vez más valioso para las gentes de Alicante, cuyo consejo se negó el 9 de junio de 1308 a obedecer el mandato real de abandonarlo y quemarlo ante la amenaza de las tropas granadinas. Aceptar lo ordenado por Jaime II hubiera significado la inmolación de Alicante.

               Fuentes.

               Maria Teresa Ferrer i Mallol, Organització I defensa d´un territori fronterer. La Governació d´Oriola en el segle XIV, Barcelona, 1990.

               Vicente Martínez Morellá, Libro antiguo de beneficios de la parroquial iglesia de Santa María de Alicante, 1300-1375, Alicante, 1954.