UN JUICIO DE PERSONAS ESCLAVIZADAS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
El comercio de esclavos dispensó tanto dinero como sufrimiento a las gentes del Mediterráneo medieval, mucho antes de la gran apertura de tan onerosa trata al África subsahariana. A inicios del siglo XV, los hombres de mar del Atlántico tuvieron un vivaz interés sobre el particular, y alrededor del puerto castellano de Cartagena actuaron diversos patronos vizcaínos, capitaneando balleneros y fustas, naves bien capaces de maniobrar en distintas aguas y apresar a otras.
Sus principales víctimas fueron los mercaderes y marineros musulmanes que enlazaban el emirato de Granada, la España de las fuentes valencianas de la época, con el Norte de África. En el verano de 1409 una nave partió de Bugía con astas de lanza para Orán, donde embarcaron trigo con destino a la Málaga nazarí. A bordo viajaban unos veintiocho tripulantes, de distintas procedencias. Muhammad Abenamer era del reino de Bugía; Saat Abenmuhammad, del de Fez; y Hamet Yahie, del de Tremecén.
Su viaje se vio truncado cuando un ballenero, con un capitán vizcaíno al mando, los abordó y capturó. Doce de los veintiocho infortunados murieron en la prisión de la nave antes de llegar a Alicante, convertida en un importante punto de desembarco y transacción de esclavos. Sin las garantías legales necesarias, las que aseguraban que no eran enemigos del rey de Aragón, se les coaccionó y amenazó a que no dijeran que eran andalusíes para evadir la cautividad, invocando los tratados con Granada. Tras semejante proceder, el baile de la demarcación de más allá de Jijona los entregó al mercader valenciano Antoni Folguet.
Por beneficioso que todo ello resultara a comerciantes, corsarios y autoridades locales, la credibilidad diplomática de la Corona quedaba en entredicho, por no hablar de las posibles pérdidas económicas por fraude. El procurador fiscal en el reino de Valencia no actuó movido, en consecuencia, por ningún sentimiento humanitario cuando revisó el caso, ordenando que fuera debidamente juzgado en la bailía general. Su regente Pere Català contó con la asistencia de un notario y de un traductor musulmán de la aljama de Valencia, Muhammad Arrami. Los capturados depusieron tras jurar sobre la sunna y la sharía.
El juicio puso de manifiesto la iniquidad de las actuaciones, pero las capturas irregulares y el esclavismo distaron de terminarse en la cuenca mediterránea.
Fuentes.
ARCHIVO DEL REINO DE VALENCIA.
Real Cancillería, número 626.