UN POLÍTICO AMBICIOSO DE LA VALENCIA DEL XV. Por Víctor Manuel Galán Tendero.
Si el dinero es el nervio de la guerra, también lo es de la política. A este respecto, es de suma importancia controlarlo a través de las personas adecuadas, algo que supieron muy bien los reyes de Aragón. La supervisión de los fondos y los nombramientos clave de la ciudad de Valencia fueron puestos en manos del maestre racional, un oidor de cuentas que desde 1371 tendría la condición de vitalicio.
Tan delicada responsabilidad exigió un mínimo de respaldo de la oligarquía valenciana. En 1389 se acordó que veinte prohombres elegidos propondrían los candidatos, y los miembros del consejo escogerían al más adecuado secretamente. Su ejercicio duraría tres años, revisaría cada cuatro años las cuentas de los clavarios, no autorizaría los pagos indebidos y estaría al tanto de lo adeudado.
El oficio despertó muchas ambiciones, resultando a la sazón disputado. En consecuencia, Alfonso V reformó la elección del oficio, confiándolo a personas de su preferencia. Bernat Joan fue el escogido entre 1422 y 1427, Manuel Palomar entre 1428 y 1435, y Manuel Suau entre 1435 y 1455. Desde 1440 el maestre racional recibía instrucciones reales para escoger los propios jurados del gobierno municipal de Valencia. Suau, por ende, fue una figura clave, pero su sobrino Guillem Saera lo superaría.
En junio de 1456 fue nombrado por tres años, con el consentimiento de sus jurados y consejeros. Al transcurrir los tres años, él se mantuvo al frente del poder hasta morir en 1477. Disfrutó del favor del monarca, del obispo de Valencia y de las autoridades locales. Fue agraciado con las armas reales, una pensión anual de ocho mil sueldos sobre la bailía y con el regimiento y señoría de Gandía. El obispo no dudó en invitarlo a sus banquetes y le concedió otros dos mil sueldos sobre sus rentas.
Su propia esposa recibió presentes de la misma reina Isabel de Castilla. De hecho, él y su mujer otorgaron a placer los oficios y beneficios de Valencia, llegando a disponer de más de sesenta mil sueldos al año su casa. Según un crítico, supo detener en su provecho la rueda de la Fortuna, erigiéndose en todo un Álvaro de Luna. El favor real franqueaba la puerta de los más ambiciosos y suscitaba la ira de muchos.
Fuentes.
Dietari del capellà d´Alfons el Magnànim. Edición de Vicent-Josep Escartí, Valencia, 2001, pp. 208-210.