VALENCIA ANTE EL VENDAVAL POLÍTICO DE LA DÉCADA DE 1640.

10.01.2016 12:29

                Las relaciones entre la corona y los reinos de la Monarquía hispánica pasaron por un tiempo de enormes problemas en la década de 1640. La rebelión del principado de Cataluña facilitó la separación del reino de Portugal y de gran parte de sus dependencias extraeuropeas. Los compromisos militares agravaron las exigencias fiscales en un tiempo de dificultades económicas. El reino de Valencia, bien estudiado para esta época por James Casey, no se mantuvo ajeno a este vendaval.

                

                El consejo general de la ciudad de Valencia rechazó el 15 de febrero de 1646 la introducción de un arbitrio sobre el vino para costear la leva acordada en las Cortes de 1645. Además, exigió la reforma de la hacienda municipal cargada de deudas e incapaz de asegurar el suministro de granos.

                El virrey, el conde de Oropesa, en lugar de recriminar su actitud la animó, invitándole el 22 de marzo a exigir la anulación del privilegio de insaculación de 1633, favorable a la cooptación en el seno de un grupo exclusivo de caballeros y ciudadanos. El de Oropesa lo consiguió por un breve periodo de tiempo.

                El virrey pretendió influir en la elección de los consejeros haciendo uso de fórmulas anteriores, pero el consejo general dominado por las grandes familias no se doblegó al final a sus deseos y en diciembre de 1646 impulsó el cierre de los negocios de la capital para presionarlo.

                La monarquía corría el riesgo de perder el control sobre la capital del reino en un tiempo en el que todavía combatía denodadamente en Cataluña y se enfrentaba a serios problemas en Nápoles. Sin embargo, el conde de Oropesa se condujo como un político sagaz. Supo pactar a tiempo con los oligarcas más significados, dividiendo a la oposición, a cambio de una reforma del sistema de elección del consejo que dio más peso a la voluntad real.

                Su actuación durante la espantosa epidemia de peste de 1648 estuvo a la altura de las circunstancias. Su prestigio se fortaleció a ojos de los valencianos, que una vez más se mostraron favorables a cooperar económica y militarmente con la Monarquía.