Los templarios fueron guerreros afamados, pero también inteligentes hombres de negocios que supieron granjearse propiedades y ventajas fiscales de los reyes de la Europa medieval. Combatientes en la conquista de las tierras valencianas, lograron bienes en Burriana.
Las autoridades municipales de aquella villa procuraron que pagaran los impuestos reales, como las cenas, por sus haciendas, pero los monarcas acudieron en su auxilio. El 1 de enero de 1289, Alfonso III de Aragón les ordenó que cesara toda recaudación y que se les restituyera lo cobrado. Desde el 12 de mayo no se percibiría el derecho de cena por un año.
El tema era espinoso, y se tuvo que insistir sobre el particular el 13 de febrero de 1291. Ahora se ordenó que la exención sería por dos años y que abarcaría también los bienes templarios en Xivert y Valencia. Las ventajas no eran escasas, y nada hacía presagiar el triste fin de la orden en 1312.
Fuentes.
Manuel Ortuño, Edición crítica de los privilegios reales del A. H. N. anteriores a la fundación de la Orden de Montesa en la Edad Media, Alicante, 2017.