¿QUÉ SENTIDO LE DIERON LOS VALENCIANOS AL 9 DE OCTUBRE DE 1638?

09.10.2015 09:57

                En 1640 se dio a la imprenta Siglo quarto de la conquista de Valencia del secretario del brazo militar Marco Antonio Ortí, obra en la que se describía con gran lujo de detalles las celebraciones del día de San Dionisio de 1638, el del cuarto centenario de la entrada oficial del rey don Jaime en la ciudad de Valencia.

                Las celebraciones de aquel 9 de octubre reflejaron la mentalidad de los valencianos de su tiempo, propia de la época de la Contrarreforma que celebraba la expulsión de los moriscos del reino en 1609. En los ambientes cultos de Valencia se valoraba la Crònica de Jaime I, su célebre Llibre dels feits, así como su figura histórica.

                

                Los cuarenta y dos jeroglíficos del altar dispuesto ante el colegio jesuita de San Pablo nos muestran el sentido que le daban a la conquista de don Jaime, amalgamando el relato cronístico con las tradiciones sobre el rat penat, el murciélago del que ya hablara San Vicente Ferrer en clave antimusulmana, con el que se identificó a Fernando el Católico tras la toma de Granada. Los ejes de los jeroglíficos eran:

                -Las victorias de don Jaime contra los moros, poniendo la Media Luna a sus pies.

                -El abatimiento del orgullo moro, el del pavo real.

                -El murciélago don Jaime destruyó el Islam.

                -Sus triunfos fueron sangrientos.

                -El eclipse de la luna sobre Valencia evidenciaba la declinación del Islam.

                -Don Jaime impidió el socorro musulmán por mar.

                -La saeta con la que hirieron a don Jaime acrecentó su empeño.

                -El corajudo rey herido animó a sus soldados en la batalla.

                -El valor del rey ante una emboscada enemiga.

                -La renovación de la memoria es digna del ave fénix.

                -El rey detuvo con sus empresas la rueda de la Fortuna.

                -Fue don Jaime un nuevo Hércules.

                -Derramó su sangre por la fe.

                -Esta fe fue tan fecunda como el río Nilo.

                -Los vinos valencianos celebran tal fecundidad y el culto cristiano.

                -La dicha de Valencia consistió en ser liberada de la ponzoña infiel por el unicornio.

                -Por ello el murciélago anidó en la celada real, la de un monarca que quebrantó el mundo de los infieles.

                -Se honra por ende al murciélago en el estandarte valenciano, que se pasa por encima de la emblemática puerta de San Vicente en todas las entradas.

                -Si el murciélago vigila la noche, los jurados custodian por el día la ciudad de Valencia, que se entregó voluntariamente a un don Jaime al que se le rinde eterno agradecimiento.

                Don Jaime apareció como el prototipo del soldado cristiano, sin los matices que se consignan en su Crònica. Sus padecimientos, como la emboscada que le tendió Al-Azraq, se incorporaron sin complicaciones a su personalidad hercúlea, digna de la propaganda de la monarquía hispánica del Barroco. Símbolos tan característicos como el murciélago nutrieron una heráldica de cruzada, en la que se insistió en la derrota de los musulmanes. De tal gloria pretendieron participar las autoridades municipales valencianas, el murciélago del día.

                Curiosamente la Valencia de 1638 todavía no se había recuperado satisfactoriamente de la expulsión de los moriscos, que tantas complicaciones prácticas ocasionó, y las empresas militares de la Monarquía durante la guerra de los Treinta Años supusieron nuevos problemas en forma de exigencias de dinero y soldados. Aquella celebración evocada por Marco Antonio Ortí fue un exorcismo colectivo de algunos diablos familiares de los valencianos del Siglo de Hierro.

                Fuentes: Marco Antonio ORTÍ, Siglo quarto de la conquista de Valencia a sus Muy Illustres Señores Jurados, Racional, Síndicos y Escriuano, Valencia, Imprenta de Juan Bautista Marçal, 1640. Edición facsímil de París-Valencia, 1985.