DESVENTURAS DE UN CABALLERO ALICANTINO ANTE LA EXPULSIÓN MORISCA.

10.11.2015 16:40

            La expulsión de los moriscos causó una importante perturbación en la economía del reino de Valencia, como es bien sabido. Importantes grupos de rentistas se vieron afectados más allá de las comarcas de mayoría morisca, lo que agravó el difícil comienzo del siglo XVII.

            En las ciudades de Alicante y Orihuela apenas encontramos moriscos antes de 1609, cuando se ejecutó tan drástica medida, pero sus aristocracias ciudadanas la acusaron.

            

            Compuestas por acaudalados comerciantes y emprendedores caballeros, ejercían un destacado protagonismo sobre las instituciones reales más allá de las municipales, como la bailía de la gobernación de Orihuela encargada de la gestión del patrimonio regio. De sobresaliente linaje, don Pedro Martínez de Vera era el receptor en Alicante de la bailía en el momento de la expulsión, bajo la autoridad del baile don Alonso Remiro de Espejo.

            El 6 de noviembre de 1617 el Consejo de Aragón le notificó que debía 1.400 libras por alcances o débitos en el ejercicio del cargo en 1613-15.

            La junta patrimonial de la bailía trató la cuestión propuesta por el Consejo. El 23 de febrero de 1618 don Pedro envió allí a su procurador Pedro Mata de Lisana. El 27 de febrero el proceso proseguía, aunque ahora la procuración correspondió a Cristóbal Páez.

            A través de ellos, don Pedro desgranó sus circunstancias. Se presentó como un enfiteuta o usufructuario del dominio útil de bienes del real patrimonio, pese a disponer de otro tipo de posesiones. Los arrendamientos de su propia hacienda y la de su madre no bastaban para atender a sus gastos, contrayendo censos o préstamos con los encumbrados Abellán y Canicia de la misma Alicante. Estos compromisos permitieron reajustar la posición de poder de cada linaje dentro de la localidad.

            La coyuntura no le favoreció en nada. La carencia de adecuados financiadores era el resultado de una mala situación, que nada incitaba a la inversión. Las tierras de la gobernación de Orihuela disponían de demasiados terrenos de huerta para tan pocos brazos capaces de cultivarlos. En consecuencia se depreció el valor de los arrendamientos y se incrementaron los gastos de explotación, comprándose mulas en lugar de bueyes.

            Don Pedro dijo no poder hacerse cargo de los alcances al no poder atender a la manutención de su madre y hermanas, por lo que la junta recomendó poner al frente de su administración patrimonial a una persona honrada.

            Similares problemas se le presentaron en sus tierras de Catral a don Alonso Remiro, ejemplo de la adversidad de los tiempos.

            Fuente: Archivo del Reino de Valencia, Bailía-1330.