EL REAL, EL PALACIO QUE QUISO AMPLIAR ALFONSO EL MAGNÁNIMO.

16.04.2016 19:42

 

                Alfonso el Magnánimo tuvo una vida y un reinado ciertamente errantes. Nacido en Medina del Campo en 1396, falleció en 1458 en Nápoles, conscientemente distanciado de sus dominios ibéricos, cuyo cuidado confió primero a su esposa doña María y más tarde a su hermano don Juan, el que sería padre de Fernando el Católico. Desde la distancia batalladora y cortesana, Alfonso procuró mantener el control sobre los asuntos hispánicos mediante enviados de confianza como el caballero de Montesa Luis Despuig, el comendador de Perputxent que sería maestre de la orden, o el secretario Andreu Català, consejeros regios portadores de detalladas instrucciones sobre temas muy variopintos, en los que nunca faltaba la preocupación por la conservación y aumento del real patrimonio.

                En 1444 el Magnánimo no vivía en la ciudad de Valencia ni pensaba residir allí, pero la imagen de su autoridad se hacía visible ante sus súbditos a través de su palacio, el Real, especialmente durante el periodo de las espinosas Cortes de 1443-46. Que mejor que ampliarlo a tal efecto.

                El rey ordenó que el baile general de Valencia, el responsable directo de sus finanzas en el reino, comprara dos terrenos, el del molino y la casa de mosén Odina y la parcela situada entre el huerto del Real y las tierras que fueran de mosén Antoni Sans. El palacio del monarca se erigía en un espacio periurbano de residencias aristocráticas en las que se prestaba gran atención a la naturaleza ajardinada, muy del gusto de su tiempo.

                El baile debería de nombrar un diputado o representante suyo en el Real encargado de su cuidado, con el expreso encargo de que resultara grata su estancia aquí a todos los visitantes en general y en particular a la reina, la pobre María cuya vida expiraría en febrero de 1445. El Real fue testigo de su soledad matrimonial.