LA COFRADÍA DE SAN NICOLÁS O LA UTÓPICA COMUNIDAD BAJOMEDIEVAL.

05.12.2015 17:05

                Las sociedades de la Baja Edad Media tuvieron que desarrollar mecanismos de protección social para encarar los más agudos extremos de la marginación y de la soledad ante la muerte, particularmente cuando las repetidas epidemias de peste y los conflictos añadieron tanta zozobra a la vida de las personas.

                La entonces villa de Alicante se vio sometida a una dura prueba en el siglo XIV. La repoblación todavía no había rendido todos sus frutos y los conflictos entre las Coronas de Aragón y Castilla perjudicaron a su bienestar material y moral. Para la mentalidad coetánea los males eran un castigo enviado por un airado Dios, al que convenía aplacar con buenas acciones y gestos de constricción sincera. La cofradía de San Nicolás, la del patrón alicantino, intentó dar respuesta a todo ello.

                El 10 de abril de 1402 el rey Martín I dio su beneplácito a sus estatutos a petición de los propios cofrades, interesados en la protección regia. En teoría solo se trataba de una confirmación por miedo a su pérdida documental, en un tiempo tan azaroso, pues se hacían remontar a los años anteriores a 1356, cuando Pedro IV de Aragón y Pedro I de Castilla colisionaron en puntos como Alicante. No se conoce la fecha exacta de estos primigenios capítulos, pero la aprobación de 1402 coincide con una intensa etapa de fundación de hermandades y cofradías en el reino de Valencia, coincidiendo con las penosas circunstancias del Cisma de Occidente. El rey quería tutelar la idea de la paz pública y no permanecer privado de los fondos de sus obras caritativas.

                Bajo la advocación de San Nicolás, la cofradía también reverenciaba a Dios y a la Virgen María, muy en línea con la mariolatría de la Corona de Aragón bajomedieval. La cofradía estaba abierta a todos los fieles alicantinos, aunque desconocemos su composición social exacta. Cada año renovaba en la víspera de San Nicolás su directiva de dos mayordomos encargados de la gestión y de la disciplina de la institución. Los cofrades celebraban sus juntas o capítulos generales por Santa María de marzo, el Corpus y ocho días antes de San Nicolás.

                Esta organización se ponía al servicio de una serie de objetivos religiosos, asistenciales y comunitarios.

                La celebración de la misa mayor de cada sábado, las de Navidad, Pascua de Resurrección y Pentecostés adquirieron especial relevancia, insistiendo en la idea de la resurrección y de la redención. La consolación del rezo se enfocó tanto a la animación de una espiritualidad más íntima como al aprendizaje de las oraciones entre los menos avezados.

                Los cofrades, personas de las que se esperaba una actitud más cristiana, asistirían a sus hermanos en la adversidad de la enfermedad y del cautiverio (tan frecuente en nuestras tierras fronterizas con el Islam) a través de limosnas y en la muerte con su presencia, dándoles el último adiós, un beneficio que también se extendería a sus familiares y sirvientes.

                De esta manera la cofradía se proyectaba como un arquetipo de comunidad ideal, en la que las peleas internas eran desterradas (en unos años marcados por las bandosidades) y la celebración de los enlaces matrimoniales se abría a todos para participar de su alegría, simbolizada por la pitanza o comida comunal que cada año se celebraba por San Nicolás. Los incumplidores serían sancionados con el pago de cera para los costosos cirios ceremoniales, los medios de invocación de la clemencia divina para unas personas atribuladas por la discordia y la enfermedad.

                Fuentes: Vicente BENDICHO, Chrónica de la Muy Ilustre, Noble y Leal Ciudad de Alicante. Edición de Mª. Luisa Cabanes, 4 vols. Alicante, 1991.